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jueves, 24 de enero de 2008

Madridfusión, cuando comer es un arte

Estos días se celebra en Madrid el Congreso Internacional de Gastronomía, el mayor homenaje a la lubina liofilizada y subespecies. Mientras se subasta una trufa, uno puede comerse un bombón de chocolate negro al parmesano, escuchar a Machín en versión 'pos'-posmoderna y resfrescarse el cutis con spray de agua de Cabreiroa. Todo a la vez sin problemas.

Madridfusión ha coincidido este año con el Club Millésime, la primera peña gastronómica dirigida a empresas o, más bien, a los clientes de dichas empresas a los que la compañía decide agasajar con eventos de alta cocina. El obsequio incluye la visita general por los stands de los patrocinadores y una comida de diseño firmada por nuestros particulares artistas de lo efímero. Arrancamos con aceite de oliva sólido en pequeños tubos de dentrífico o caviar procedente de una raíz brasileña sobre puré de patatas para terminar con una deliciosa fabada en toda regla, sin fusiones. Paco Torreblanca cierra con una mezcla de chocolate y vainilla, buen sabor, aunque nada comparable para mi gusto con el vasito de chocolate blanco con frutos rojos y algo más que ofrece en el chiringuito que comparte con Arola en Juan Bravo. El Champagne, el Burdeos, el Tinto y el Pedro Ximénez (todos con nombre propio) se suceden mientras tanto.

Tiene que ser maravilloso vivir, y muy bien, de sabores y olores, de experimentos que llegan a tantos sentidos a la vez. La espuma de lubina sobre gazpacho horneado deja a cualquiera con el mismo agujero en el estómago que cuando se sentó, pero merece la pena regodearse en su trayectoria por nuestra sangre. No pasa nada si a la media hora te tienes que atascar cuarto y mitad de empanada gallega, nadie se va a ofender.